EL FLAUTISTA

EL FLAUTISTA

Caminando cuesta arriba escalones gastados por el tiempo y uso para admirar el Danubio, desde una imponente edificación antigua en Bratislava, vi a lo lejos a un hombre joven tocando flauta. Su música envolvía la brisa fresca que corría esa mañana, dejando escuchar sus notas extranjeras para atraer a los turistas. Vestía un traje típico de la región y trataba de alegrar a los turistas; yo lo vi como si fuera un arlequín.  No pude evitarlo; me detuve a escucharlo mientras los demás, caminaban indiferentes, por lo que pude percibir su emoción de ver que al fin alguien le prestaba atención.  Tocó otras flautas de diferentes formas y tamaños; parecía un niño tratando de congraciarse conmigo. Siendo tan joven, tenía una mirada que reflejaba tristeza, desesperanza; inicié conversación y cuando supo mi origen, buscó emocionado entre sus amarillentas partituras, la canción “María Moñitos” de la compositora venezolana, María Teresa Fuenmayor. Mi emoción era mayor que la suya  porque volví a mi niñez, mientras la escuchaba. Le sugerí que aprendiera la canción “Caballo Viejo”, de nuestro querido Simón Díaz y prometió que lo haría. Este joven, al tocar su flauta, liberaba su alma al compás de la música, hasta que llegó el momento de despedirnos. Nos dimos un aferrado abrazo, sabiendo que era el primero y último; luego, miró fijamente a mis ojos con una mirada tan triste, que partía el alma en pedazos y sus ojos parecían decirme:

 

“Señora, soy un arlequín inmóvil sin futuro, lléveme con usted”.

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